Kalashnikov ante la muerte: arrepentimiento, símbolo mundial y la palabra final del Patriarca Kirill
El AK-47 es un arma barata, resistente y ampliamente producida en varios continentes.
Actualizado: 21 de Noviembre, 2025, 06:02 AM
Publicado: 21 de Noviembre, 2025, 05:59 AM
Santo Domingo.– Mijaíl Timoféyevich Kalashnikov murió el 23 de diciembre de 2013 en Izhévsk, la ciudad rusa donde pasó casi toda su vida y donde diseñó el arma más influyente del siglo XX. Murió con honores de Estado, como general del Ejército ruso, pero también con una inquietud en su conciencia.
En sus últimos meses, ya debilitado y atormentado en su lecho de muerte, escribió una carta al Patriarca Kirill de Moscú confesando un sentimiento que nunca antes había admitido públicamente:
«Mi alma está dolorida. La culpa me persigue. ¿Soy responsable por la muerte de millones de personas, aun cuando yo diseñé un arma para defender la patria?».
¿Cuál es el origen del tormento de Kalashnikov?
El AK-47 —creado en 1947 tras su larga convalecencia por una herida de guerra— se había convertido en algo mucho mayor que un arma: un ícono global, un símbolo de guerrillas, revoluciones, ejércitos regulares, insurgencias y hasta del crimen organizado.
El reportaje de la revista italiana de geopolitica Limes lo explica con claridad: Hoy circulan alrededor de 100 millones de Kalashnikov en el mundo. 82 países lo utilizan oficialmente en sus fuerzas armadas o policiales. Se produce en Rusia, China, Corea del Norte, países del antiguo bloque soviético y talleres clandestinos. Es un arma barata (en algunos países cuesta menos de 50 dólares), fácil de mantener, casi indestructible y que prácticamente no necesita entrenamiento.
Esa ubicuidad global hizo que Kalashnikov, en su vejez, se enfrentara a la dura realidad de ver su creación en manos de guerrilleros, terroristas, narcos mexicanos, talibanes afganos, piratas somalíes y movimientos insurgentes de todos los continentes.
Su fusil aparecía en: murales revolucionarios, banderas de movimientos insurgentes, escudos nacionales como el Mozambique, y hasta en los videos de Osama bin Laden.
¿Cuál fue la respuesta del Patriarca Kirill a Kalashnikov?
Al compartir su angustia con el líder de la Iglesia Ortodoxa Rusa, el Patriarca Kirill le respondió con firmeza y compasión: No debía llorar, no debía sentir culpa, porque él había actuado movido por el patriotismo ruso, en un contexto histórico donde la URSS enfrentaba invasiones, guerras y amenazas existenciales.
El arma —le explicó Kirill— no es moralmente responsable de su uso; la responsabilidad recae en quien la empuña.
Kalashnikov murió reconfortado por estas palabras, convencido de que él había servido a su país en un momento en que Rusia necesitaba armas simples, fiables y masivas para sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial y a los años posteriores.
Un invento más grande que su creador
El Limes subraya que el AK-47 fue una "revolución copernicana" en las armas ligeras: fácil de usar, barato de producir, extremadamente resistente a junglas, tundras, desiertos y barro, capaz de ser fabricado incluso por industrias poco desarrolladas.
Por eso no solo fue el arma del Ejército Rojo. Fue el arma de Vietnam, Corea del Norte, África postcolonial, insurgencias de América Latina, organizaciones revolucionarias y terroristas, y Estados frágiles o en guerra.
Desde 1949 hasta hoy, más de 76 años después, sigue siendo el fusil estándar en varios ejércitos del mundo.
La paradoja final
Kalashnikov —el hombre que soñaba con fabricar tractores— se convirtió sin quererlo en el padre del fusil que marcó la historia bélica moderna.
La frase más repetida de su vida resume esa paradoja: «Yo quería construir máquinas agrícolas. Fueron los nazis los que me obligaron a diseñar armas».
La historia, sin embargo, lo convirtió en un símbolo global.
Y al final de su vida, cuando lloraba por las muertes que su invento había causado, Rusia lo despidió como lo que fue para su pueblo: un patriota que, según el Patriarca Kirill, cumplió con su deber histórico.


