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El superhéroe y su valor al servicio del coloniaje

enfoque narciso isa conde¿Héroe? No qué va: mucho más que eso.  Héroe fueron los otros, los que no sobrepasaron la raya de lo patriótico.

Se trata de una especie de Superhéroe, algo así como un Superman o un Batman de esos que son capaces de “salvar naciones, continentes y planetas al servicio de la inmaculada CASA BLANCA”.

Es poco llamarlo héroe, no se irriten por eso. Resultó algo incomparablemente superior a los héroes y heroínas de la Independencia, de la Restauración, del 16-24, de la Expedición de Junio de 1959, de la Revolución de Abril, la Guerra Patria y del mismo 30 de mayo. Fue un verdadero Superhéroe. Solo que para cierta potencia mundial, cierta clase social, cierta partidocracia y cierta intelectualidad a su servicio.

Valiente como el que más, eso no está en discusión.

Participó en el ajusticiamiento del tirano Trujillo, lo que ciertamente –no importa con que motivo- requería una dosis extraordinaria de valor y sintonizaba con un profundo anhelo colectivo de libertad y justicia.

Ante de ese hecho que lo sitúa en un sitial muy especial en la historia reciente del país fue Gobernador de Puerto Plata al servicio del “Benefactor de la Patria” y entonces le brindó servicios muy finos a ese régimen sublime en el ejercicio de terror, el que poco tiempo después abandonó para finalmente adherirse a una causa mil veces superior en explotación opresión y crueldad a lo largo de nuestra accidentada historia: a la causa del padrino original del tirano y la tiranía, a la del “destino manifiesto” de los EEUU y su dominación neocolonial sobre esta linda isla caribeña y sobre nuestra América.

  • Entrando al fondo del asunto.

La tiranía de Trujillo fue un engendro de la intervención militar estadounidense del 1916-1924 y con todas sus perversidades formó parte -durante treinta años- de una asociación de regímenes de malhechores protegidos por EEUU. Trujillo fue uno de sus “hijos de putos preferido”, en masculino.

El sátrapa cayó en desgracia en Washington después de la Expedición de Junio de 1959 y de la resistencia interna que generó encarnada en el movimiento IJ4. La rebeldía revolucionaria, estimulada por la revolución cubana, marcó el inicio de la decadencia de ese régimen oprobioso. Pasó igual con el giro de una parte de la cúpula de la Iglesia Católica y de la oligarquía comandada por el Grupo Vicini.

Para el imperio y sus socios locales ya no se trata de salvar la cabeza de un dictador envejecido y enfermo junto a sus claques en descomposición,  sino de salvar las estructuras militares-policiales, el ordenamiento capitalista-dependiente y el Estado que ayudó a conformar y que podía seguir tutelando a través de nuevos actores e instrumentos.

  • EEUU y el 30 de mayo.

El Complot de 30 de Mayo, que contó con el despliegue de valor de connotados colaboradores de Trujillo resentidos por variados motivos (entre ellos algunos muy auténticamente patrióticos), entre los que sobresalieron los Hermanos De la Maza y Juan Tomás Díaz y participó Antonio Imbert Barreras, pudo ser manipulado (por penetración e inducción de inteligencia) por esa lógica imperialista-oligárquica.

La participación en esa operación de Wimpy, agente de la CÍA, no es nada accidental, como no lo fue la de aquellos, que como Imbert Barreras y Donald Read Cabral, no tardaron en develar sus vínculos carnales con Washington.

Tampoco fue obra del azar el temprano emplazamiento de unidades navales de la flota norteamericana en las proximidades de Malecón de la Capital en los momentos aciagos de la llamada transición complementada del “trujillismo sin Trujillo” a la seudo-democracia made in Usa. A eso ayudó la desaparición por exterminio de los mejores valores de la resistencia anti-trujillista encarcelada, a cargo de Ramfis y las alimañas del trujillismo.

Entonces, meses después vimos a Imbert Barreras y a Amiama Tió, convertido en generales vitalicios, jugar un papel en esa perversa dirección desde el Consejo de Estado, apostando a la alianza con Donald Read Cabral y el Grupo Vicini para situar a Viriato Fiallo en la Presidencia de la República.

Así las cosas -limitada por EEUU y sus socios locales la trascendencia del ajusticiamiento de Trujillo- esa acción heroica fue históricamente reducida a una operación preventiva de corte imperialista destinada a descomprimir la caldera  e impedir la revolución democrática y popular, la segunda en zona caribeña; procurando a la vez dejar en manos de sus aliados locales el nuevo régimen político y empleándose a fondo para bloquear el ascenso al poder de las potentes fuerzas que representaban soberanía y democracia, inspiradas en la Gesta de Junio del 59, en el 1J4 y en el impacto del anti-oligárquico de un PRD liderado por Juan Bosch.

  • El descuadre del plan.

El plan se le descuadra a EEUU con la aplastante victoria de Bosch-PRD en las elecciones de diciembre del 1962 y sus consecuencias a partir de febrero de 1963: una nueva Constitución (la del 63) y un gobierno colmado de democracia y soberanía.

A continuación no se hizo esperar el nefasto Golpe de Estado y su Triunvirato made in USA, con destacada participación (antes, durante y después) de Antonio Imbert Barreras y Donald Read Cabral. Y a seguidas -apenas dos años después- la contundente repuesta del pueblo dominicano a esa ignominia: el contragolpe democrático y la insurrección cívico-militar victoriosa de los días 24, 25, 26 y 27 de abril de 1965.

El viejo ejército trujillista-estadounidense, construido desde la intervención yanqui, fue demolido por esa insurrección. Una auténtica revolución social, popular, democrática, soberana, estaba en marcha. Una forma original de ajustar cuentas, de arrancar de raíz las estructuras, la cultura y el régimen político al servicio del despotismo trujillista y del coloniaje.

Y es eso lo que explica la decisión del supra-poder imperialista estadounidense de reemplazar el viejo ejército derrotado con sus propias tropas. De invadir y ocupar militarmente nuestro país, y junto al “bando traidor y parricida”, ejecutar un horripilante genocidio, instalar un gobierno títere enfrentado al Gobierno Constitucional y Patriótico que encabezó Caamaño, para establecer de nuevo el coloniaje, imponer -a través del cerco militar de la guerra imperialista y el terrorismo de Estado- la contrarrevolución, la dependencia y la seudo-democracia destinada a reinar durante los últimos 50 años.

Imbert Barreras presidió vilmente el llamado Gobierno de Reconstrucción Nacional impuesto por las botas yanquis y encabezó el genocidio inicial; lo que tampoco fue fruto del azar o hijo de la ingenuidad. Ya luego toda su trayectoria posterior resultó armónica con el lacayismo pro-imperialista y pro-oligárquico,  sin liberarse por eso de los odios del trujillismo nostálgico y cavernario.

Su lealtad al imperialismo estadounidense llegó al colmo de ser factor grotesco y criminalmente contrario a la gesta político-social que se propuso arrancar de raíz el trujillismo con posterioridad al ajusticiamiento del tirano, en el que él participó. Ironía de la historia.

Algo igual o peor a lo que hizo Santana, consecuencia directa de poner su extraordinario e indiscutible valor personal al servicio del coloniaje; lo que desdibujó, ensució eternamente su efímera y aparente condición de “héroe del país” hasta convertirlo y reducirlo a uno de los superhéroes del imperio más brutal y mafioso de la historia planetaria.

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