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“Cuando los Hijos se Van”

Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.

Nosotros pasamos por la experiencia de tener una sola hija. Digo nosotros porque se necesitan dos para bailar un tango o un merengue, mi esposa y yo.

Se nos casó, y fue mucho lo que sufrí con la preparación de su matrimonio. Era la única hija que Dios me había dado, la amaba y la sigo amando con toda las fuerzas mi lama. A Dios gracias me dio un hijo que no tuve, su esposo, un hombre de buenos sentimientos, que es lo más importante. Pero no todos en la vida corren con la misma suerte que yo, por eso hoy he querido contarles una historia que lleva por título: “Cuando los hijos Crecen” y dice así: “El viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cinco años. Ya las manos le temblaban, su vista se le nublaba y sus pasos eran lentos. La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacia el alimentarse un asunto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche en el mantel. El hijo y la esposa se cansaron de la situación. Tenemos que hacer algo con el abuelo, dijo el hijo. Ya hemos tenido suficiente. Derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo. Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer.

Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera. De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado sólo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer la cuchara o la comida. El nieto de cinco años observaba todo en silencio.

Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo. Le preguntó dulcemente: ¿Qué estás haciendo? Con la misma dulzura el niño contestó: Ha, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, comáis vosotros en ellos. Sonrió y siguió su tarea.

Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón mi el hijo ni la esposa, perecían molestarse más cada vez que se la caía la cuchara se derramaba la leche, o se ensuciaba el mantel”.

Querido lector. Pensemos que un día vamos a llegar a viejos, a ser como ese abuelo, que se nos cae el tenedor, la comida, que derramamos el vaso de leche, y que rompemos los platos porque ya nuestras manos flaquean.

Solo les dejo esto para que Ustedes mediten un poco sobre eso.

Termino con el Versículo 20 del Libro del Éxodo, Capitulo 12, que dice: “Hijo, honra a tu padre y a tu madre, el Señor tu Dios, te otorgara largos días sobre la tierra”

Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.

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