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“Somos un Milagro”

Fe y Vida

Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.

Por nuestro ejemplo conocerán que somos cristianos. El cómo actuamos a lo mejor es el único Evangelio que leerán, pues no han tenido la suerte de leer ninguno de los cuatro Evangelios, pero viendo cómo actuamos se convencen de que Jesús está vivo y actúa a través de nosotros.

Dicen los Hechos de los Apóstoles, que la gente al verlos como actuaban decían, son cristianos. Y en otra parte dice: Por sus frutos los conocerán.

Quiero contarles una historia que se titula: “Cuando somos un milagro” y dice así: “Conducía de regreso a la casa alrededor de las cinco, tras una reunión en la oficina. Atascado en el tráfico del Boulevard, cuando de repente el auto comenzó a fallarme y se apagó, a duras penas pude empujarlo, maldiciendo, a una estación de gasolina cercana. Estaba yo contento de solamente no obstruir el tráfico, y allí tendría un lugar más seguro y tranquilo para esperar a que llegara la grúa. Antes que pudiera hacer la llamada, vi a una mujer saliendo de la tienda de convivencia que pareció resbalarse sobre el hielo y cayó sobre el dispensador de combustible. Por lo que fui a ayudarla. 

Cuando llegue donde estaba ella, parecía que más bien que había sido más sobrecogida por el llanto que por la caída; era una joven mujer que se veía bastante desaliñada con ojeras alrededor de sus ojos. Dejó caer algo cuando la ayudaba a levantarse y lo recogí para dárselo. Era una moneda de cinco centavos. En ese momento, todo quedó claro para mí: la mujer llorando, la antiquísima camioneta repleta de cosas con tres muchachos en la parte de atrás y el dispensador de gasolina leyendo $4.95. Le pregunté si todo estaba bien y si necesitaba ayuda, a lo que ella me decía: No quiero que mis hijos me vean llorar, así es que nos paramos al lado opuesto del dispensador de gasolina. Ella me dijo que conducía a California y que las cosas estaban muy duras para ella en ese momento. Así que le pregunte, ¿estás orando? Esto la hizo alejarse de mí un poco, pero le aseguré que no era un loco.  

Saque mi tarjeta de crédito y la pasé por el lector de tarjetas para que ella pudiese llenar el tanque de su camioneta, mientras llenaba de combustible su vieja camioneta, me dirigí al McDonald del lado y compré dos grandes bolsas  de comida, algunos certificados de regalos por más, y una taza de café grande.

Ella le entregó la comida a los muchachos en la camioneta, quienes le cayeron como lobos, y nos quedamos parados junto al dispensador de gasolina comiendo papitas fritas y conversando un poco.

Me dio su nombre y compartió que vivía en Kansas City. Su esposo la había abandonado hacía dos meses y no había podido arreglársela sola. Sabía que no tendría dinero para pagar la renta que ya se le avecinaba por lo que finalmente, había llamado a sus padres, con quienes no se había comunicado en cinco años. Ellos vivían en California y le dijeron que podía mudarse con ellos y comenzar de nuevo allá. Así que empacó todo lo que poseía en su vieja camioneta. Y le dijo a los muchachos que se iban a California. 

Le di mis guantes, un breve abrazo y le dije una rápida oración por la seguridad en su viaje. Al yo dirigirme a mi auto, ella me dijo: Es usted un ángel o algo parecido. Eso definitivamente me hizo llorar. Le dije: Querida, los ángeles están muy ocupados, así actuamos los cristianos.

Mis queridos lectores. Nunca dejes de creer en Dios y en los milagros que Él hace, porque Dios usa a las personas normales como tu y yo para que  demos testimonio de su presencia en el mundo.

Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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